Historia precolombina

Lo que hoy en día se conoce como el valle de Santa Bárbara cuenta con una ancestralidad que desconcierta principalmente a las generaciones que aprendieron de la historia de España en Chile, pero se desconoce el gran legado ancestral de nuestras culturas prehispánicas. Fue así que tras relatos que por siglos mantuvieron los vecinos de los sectores de Los Boldos, Los Notros, Lo Nieve, San Lorenzo, Corcovado, entre otros, se logró evidenciar que en estos sectores la presencia de asentamientos prehispánicos tales como el complejo Pitrén y Vergel. Estos últimos, fueron investigados por la Universidad de Concepción, la que ratificó en 2013 estos hallazgos que por el minuto es el asentamiento más antiguo que existe en lo que denominaban los pehuenches como Valle de Nelkewe.

Complejo Pitrén y Vergel

Distintos grupos prehispánicos habitaron la zona centro-sur de Chile y compartieron técnicas y diseños cerámicos, además de formas similares de enterrar a sus muertos. A este estilo alfarero y patrón funerario, los arqueólogos denominaron Complejo Cultural Pitrén. En la zona lacustre esta tipología se data hacia el 100 a.C., mientras que en el valle del Cautín, la costa y los sectores insulares, las fechas más tempranas se registran desde el 300 d. C., aproximadamente.

Estos grupos habitaban en pequeños espacios que despejaban en el interior de los bosques, donde emplazaban sus viviendas y cultivaban la tierra. No es claro que los grupos Pitrén se hayan establecido permanentemente en un lugar. Más bien, parecen haber tenido un modo de vida sedentario sobre una base estacional. Con ello se alude a la presencia de grupos humanos con sistemas sociales y contextos materiales distintivos y posibles de identificar en una determinada área. El nombre proviene del topónimo Pitrén, localidad cercana al lago Calafquén, lugar en el que se encontraron los primeros artefactos cerámicos. Dado que no existe registro de su lengua, se desconoce cómo se autodenominaban, y si se trataba de un mismo grupo étnico o de distintos que compartían elementos culturales comunes. En la zona, el estilo cerámico denominado Pitrén abarcó desde el río Huequecura, Biobío, y Duqueco al lago Llanquihue, y desde la Isla Mocha a la provincia de Neuquén, en Argentina. Se sabe que estas poblaciones mantenían un vínculo con las poblaciones trasandinas, que tenían una cerámica muy similar. No obstante, Pitrén parece tener más cercanía cultural con ciertos grupos de la zona central de Chile. Es casi seguro que las poblaciones Pitrén más tardías mantuvieron relaciones con la cultura El Vergel y con otras poblaciones proto-mapuches del área que finalmente les sucedieron en la ocupación del espacio regional. Estas bandas de cazadores-recolectores se habrían trasladado estacionalmente para explotar recursos silvestres, en tanto algunos grupos más hortícolas, mediante técnicas como «tala y roce», habrían ocupado las distintas áreas de la región centro-sur de Chile y andina oriental. Su alfarería es la más antigua de la región y en la mayor parte de los casos sigue algunas tendencias estilísticas de las primeras cerámicas del Cono Sur de América: superficies principalmente monocromas, preferencia por los tonos oscuros y énfasis en las decoraciones modeladas. Esta alfarería exhibe gran variedad de formas, que van desde las sencillas botellas globulares a otras más elaboradas, especialmente los jarros con formas de animales, de calabazas o de seres humanos. Ocurren también las primeras vasijas asimétricas, conocidas como Ketru Metawe o «Jarro Pato», que todavía se encuentran en uso en los grupos mapuche y que poseen un fuerte simbolismo relacionado con la mujer casada. Se supone que estos grupos tuvieron una desarrollada artesanía en madera. El pueblo mapuche y pehuenche consideran a estos primeros ceramistas como sus ancestros. Las formas de entierro en los cementerios de los antecesores mapuches fueron diversas: en canoas o en troncos ahuecados, en cistas de piedra, inhumaciones directas en la tierra y en urnas funerarias de cerámica; esta última fue la modalidad de inhumación más común de la cultura El Vergel, entre el Bío Bío y el Toltén. A veces, coexisten enterratorios en urnas y en canoas en un mismo cementerio. En las tumbas de la más antigua cultura Pitrén, se disponen como ofrendas vasijas cerámicas, predominando los jarros simétricos y asimétricos con engobe negro o con decoración negativa de motivos geométricos o fitomorfos. En los entierros de El Vergel, se acompañan las urnas funerarias con jarros de cerámica pintados con motivos rojos sobre una superficie blanca, un tipo de decoración que después se populariza en el llamado Estilo Valdivia que se desarrolla en la época colonial-hispana, junto con adornos de plata y cobre, herramientas de labores cotidianas y elementos de uso ecuestre.

 

Complejo Pitren y Vergel

El Vergel aparece entre el 1100 d. C. y 1500 d. C., entre Los Notros, comuna de Santa Bárbara, Angol y la Zona de Huillío, inmediatamente al sur de Toltén. A esta nueva forma cultural se la reconoce como complejo Vergel, el cual se establece en ese territorio sobre la forma cultural del Pitrén; lo que se manifiesta claramente en los contextos funerarios de carácter cerámico. Una particularidad de este Complejo datado entre el 1000 y el 1300 de nuestra era, es que divide en dos fases de acuerdo a su alfarería. Una fase más temprana con alfarería monocroma y una más tardía, bi o tricroma ( rojo, blanco y negro). En El Vergel bícromo se reconocen jarros asimétricos, urnas y jarros simétricos y comparten características de formas y estilos con Pitrén, además de pipas de piedra y cerámica, instrumentos musicales (pitos), piedras horadadas, hachas votivas o cetros de mando y abundantes manos y morteros de piedra. También se encontraron jarros cuencos, y algunas botellas bícromas en rojo oscuro o negro sobre blanco, con chevrones en bandas y diseños geométricos.

Respecto de la relación de Pitrén con el Complejo Vergel, se superpone sobre las formas Pitrén una propuesta cultural diferente, la que, al menos en su alfarería, sigue un curso semejante al que se puede apreciar entre los pueblos alfareros de más al norte y que ha sido denominada como «el Vergel», por haber sido encontrada en un predio agrícola de ese nombre, a pocos kilómetros de dicha ciudad. El complejo El Vergel basaba su productividad en lo agrícola y las condiciones ecológicas y climáticas que brindaba el sector oriental, y se plantea sostenidamente que el complejo Pitrén basaba su economía en la recolección, esta vez asociada al consumo del piñón, papa, quinoa y maíz. 

Invasión Inca

La presencia Inca en Chile fue relativamente breve, esta duró desde la década de 1470 hasta el colapso del Imperio Inca en la década de 1530. Los principales asentamientos del Tahuantinsuyo en Chile se ubicaron a lo largo de los ríos Aconcagua, Mapocho y Maipo. Los restos arqueológicos de Quillota, en el valle del río Aconcagua forman parte del que probablemente fue el asentamiento inca más importante en Chile. La mayor parte de los pueblos conquistados por los Incas en el centro de Chile fueron los Diaguitas y parte de los Picunches.

Respecto de la expansión inca al sur, la fecha exacta de la conquista de los valles centrales de Chile no se conoce. En general, se acepta que la zona fue sometida durante el reinado de Túpac Yupanqui. Las crónicas españolas del siglo XVI y XVII señalan que la conquista se produjo en la década de 1470. Diversos estudiosos han señalado que la incorporación de Chile Central al Imperio Inca fue un proceso gradual. Una teoría afirma que el centro de Chile fue conquistado por el Imperio Inca desde el este, luego de que las tropas incas cruzaran los Andes hacia Valle Hermoso y el Paso de Uspallata hacia el río Maule y el río Itata. Para afianzar su hegemonía sobre los territorios conquistados, los incas utilizaron una extensa red de caminos en Chile, denominada red vial Capac Ñan. En el valle norte del Copiapó, la principal dificultad para el sistema vial inca fue la falta de agua, mientras que al sur el problema fue el relieve accidentado con muchas cadenas de montañas y valles. Para hacer frente a estos problemas los incas adoptaron dos estrategias: construir dos carreteras norte-sur desde el valle de Copiapó al Valle del Maipo cada uno de ellos abarcaba territorios distintos, la primera se unía al camino inca longitudinal andino que venía desde Ecuador; el otro camino seguía las llanuras costeras. El ramal chileno del camino inca longitudinal de los Andes, se extiende desde el Valle del Huasco en dirección norte-sur, principalmente a lo largo de una serie de fallas geológicas (incluyendo la falla Valeriano). El camino pasa sobre los 4000 m s. n. m. cerca de la frontera argentino-chilena. Estudios en curso, señalan que dicho camino habría pasado por sectores de la comuna de Santa Bárbara, lo que hoy en día se conoce como Quillaileo y Lo Nieve; prueba de ello son los restos arqueológicos denominados “pircas”, muros de construcción rústica y baja altura, realizado con piedras sin labrar calzadas sin el uso de mortero, las que se reconocen por el tipo de construcción que utilizaban con piedras del entorno simplemente apoyadas de diversos tamaños y formas, las cuales al estar convenientemente encastradas no requieren el rellenado de los intersticios y el sostén complementario que brindaría un mortero o argamasa en un muro de mampostería convencional. 

La relación entre la cosmovisión Inca y Peuhenche está estrechamente relacionada. Esta cosmovisión consideraba que la naturaleza, los seres vivos y la madre tierra son elementos que viven perpetuamente. El hombre tiene alma, vida, y también lo tiene todo lo que lo rodea (plantas, animales y montañas). El hombre y la naturaleza se armonizan y se adaptan para coexistir en la naturaleza, para formar y ser parte de ella. Los Incas tenían una manera propia de ver al mundo, dar respuestas a los interrogantes que el hombre se plantea. Es evidente que la concepción de los Incas, fue producto de un largo proceso de evolución del pensamiento que el hombre andino realizó desde los comienzos mismos del período formativo. Fue una concepción propia y diferente a la de los europeos, con lo cual enfocó y entendió su mundo y marcó su proceder, su conducta e imprimió su sello en las relaciones sociales que establecieron los hombres andinos. Gracias a los relatos de los mitos andinos que fueron incorporados a las crónicas ha sido posible obtener una imagen de la cosmovisión inca. En ellas tanto el espacio como el tiempo eran sagrados y tenían indudablemente una explicación mítica y una representación ritual. Puede que hayan sido los incas quienes dejaron estas enseñanzas a nuestros pueblos originarios.

Pirca de piedras

En cuanto a la agricultura incaica, hace referencia al conjunto de técnicas y saberes utilizados en el territorio del Tahuantinsuyo por los pobladores del Imperio Inca para cultivar la tierra. Al desarrollarse en los Andes una sociedad predominantemente agrícola, los incas supieron al suelo, venciendo las adversidades que el terreno andino y las inclemencias del clima. La adaptación de técnicas agrícolas que ya se empleaban con anterioridad en distintas partes, permitió a los incas organizar la producción de diversos productos, tanto de la costa, sierra y selva, para poder redistribuirlos a pueblos que no tenían acceso a otras regiones. Los logros tecnológicos, alcanzados a nivel agrícola, no hubieran sido posibles sin la fuerza de trabajo que se encontraba a disposición del Inca, así como la red vial que permitía almacenar adecuadamente los recursos ya cosechados y repartirlos por todo su territorio. El desarrollo agrícola inca y las técnicas usadas fueron tan efectivas que muchos expertos consideran que si se reutilizaran hoy en día se solucionarían los problemas de nutrición de la gente de los Andes por muchas décadas. Fueron los Incas quienes introdujeron a nuestros territorios semillas de maíz, ají y tomate en la cultura Pehuenche de la comuna de Santa Bárbara.

Pueblos originarios

Los pehuenches son un grupo indígena montañés que forma parte del pueblo mapuche y habita a ambos lados de la cordillera de los Andes en el centro-sur de Chile y el sudoeste de la Argentina. Habitualmente se caracteriza por basar su alimentación en la recolección de piñones, las semillas del pehuén o araucaria, que crece principalmente a más de 1000 metros sobre el nivel del mar. Los actuales pehuenches se identifican como aquella población de cultura mapuche que habita exclusivamente a las orillas del alto río Biobío en la zona cordillerana de la Región del Biobío y en el área de Lonquimay en la Región de la Araucanía.

Su auto-denominación y su idioma original no se han conservado, aunque sí se sabe que formaban parte del conjunto de los huarpes antes de su completa y como ellos eran altos, delgados y de tez oscura. Para mediados del siglo XVIII todos los pehuenches hablaban el idioma mapudungún, aunque su asimilación cultural por los araucanos no fue completa hasta mediados del siglo XIX. Hacia el siglo XVI los araucanos los denominaron pehuenches, y el territorio que habitaban era el butalmapu conocido como Pewenmapu (‘tierra de las araucarias’) o Piremapu (‘tierra de las nieves’). Las tierras al este de la cordillera de los Andes fueron denominadas Puelmapu (‘tierra del este’).

 

Chemamull

Con el piñón elaboraban harina y una bebida fermentada. Los piñones eran conservados en bodegas bajo tierra. Los frutos de otros árboles también entraban en su dieta. Utilizaban arco y flecha, y boleadoras de dos bolas para cazar ñandúes, guanacos y venados, confeccionadas de tripas y cuero. Utilizaban los cueros de estos dos últimos animales para hacer los toldos en los que vivían varias familias, apuntalados con palos y ramas, a la manera de los tehuelches, aunque de manera más sólida y permanente. Utilizaban también los cueros para hacer prendas de vestir y las plumas de ñandú como adornos. Las vasijas eran de madera y de cuero. Con la llegada de los españoles adoptaron el caballo que obtenían mediante el trueque con tribus vecinas. Incorporaron la lanza larga para cazar al entrar en contacto con los araucanos. Para navegar en algunos lagos construían canoas de juncos a la manera de sus vecinos huarpes. Conocían la plata y el cobre y los utilizaban para hacer aros de adorno a la manera de los araucanos. En determinadas circunstancias se pintaban la cara, los brazos y las piernas. Aunque en su territorio se han hallado cerámicas de barro negro cocido casi sin adornos, no se conoce que supieran técnicas de alfarería. De los huarpes aprendieron la cestería. Los hombres más ricos practicaban la poligamia y las tribus estaban constituidas por grupos pequeños que elegían un cacique. Sepultaban a sus muertos en cuevas o los enterraban en terrenos blandos.

Época colonial

La ciudad de Santa Bárbara fue fundada por Manuel de Amat y Juniet primero como el Fuerte de Santa Bárbara en 1756. El gobernador pobló por orden de su majestad la reina, María Magdalena Bárbara Xavier Loreto Teresa Antonia Josefina de Braganza y eligió la ciudad de Santa Bárbara sobre las ruinas incas del valle de Nelkewe al costado del camino del inca -Qhapaq Ñan- el 9 y 10 de octubre de 1756. La reina María Bárbara de Braganza de España, solicita a su protectora Santa Bárbara Bendita, su bendición para un reinado próspero y seguro en el Nuevo Mundo, y que mantuviera su amor junto al rey, por su pueblo y es a través de esta manda que promete enviar la imagen de su santa protectora al Nuevo Mundo, eligiendo un valle rico en naturaleza y fertilidad, el que es bautizado con el nombre de la reina y bajo la protección celestial de “Santa Bárbara”.

Santa Bárbara, fundada como Fuerte, en la ribera del gran río Biobío (actualmente Plaza de Armas Isabel Riquelme de la Barrera y Meza y Ulloa) para tener protegida la frontera que era el río Biobío. Aquí se vivieron grandes luchas con los Pehuenches, quienes vivían en estas tierras por siglos y la defendieron hasta la muerte enfrentando a los invasores españoles con piedras y lanzas. En cambio, los colonizadores, con fortalezas, las que en muchas ocasiones tenían que construirlas los indígenas, siendo Santa Bárbara la excepción se le denominaba el cementerio de los españoles. 

Fue la última ciudad española fundada por los españoles en la pre-cordillera, recordemos que Santa Bárbara era el Fin de Chile, hacia el Sur era selva.

El fuerte de Santa Bárbara era empalizado, de gran altura y diámetro con paredes de barro y paja que les servían a los soldados para pasar sus rondas y por fuera un foso de grandes dimensiones que le impedía a los pehuenches acercarse a las murallas del fuerte. Contaba con cañones y dentro de la fortaleza estaba la casa del comandante, la iglesia (donde se guardaba la reliquia enviada por la reina), el almacén, la sala de armas y la cárcel. “Su figura es un pentágono irregular formado a foso y estacada contra el risco de aquel río que sirve de espalda, y en los ángulos de su frente se avanzan tres medios baluarte que defienden sus cortinas, y barren la campaña y el camino que reciben al tiro de cañón”. 3 En la parte oriente se halla un Hospicio de misiones del Orden Seráfico, que incesantemente trabajaba en la conversión de los infieles. Esta misión tuvo su primer asiento en la otra banda del río en la Reducción de Rucalhue, pero los pehuenches impacientes de las amonestaciones de los padres sobre la reforma de la pluralidad de mujeres de su uso, castigaron con azotes al Reverendo Fray Pedro Ángel de Espiñeira, presidente de aquel hospicio, quien después obtuvo la mitra de esta diócesis; y gobernando entonces este Reino el Excelentísimo Señor Don Manuel de Amat, lo mandó trasladar a aquella situación.

Es probable que los españoles no se imaginaran la resistencia y coraje de los pehuenches capitaneados por el fenomenal Ñielol Lonko Leviantú que atacó una y otra vez al fuerte saqueando y quemando la Villa en varias ocasiones.

 La vida en ese tiempo era muy difícil porque no tan sólo se temía a los ataques de los pehuenches, sino que el clima era demasiado violento sobre todo en otoño e invierno, así se recordó del año 1769.

De esta forma avanzaron los años ente luchas sangrientas, donde quedaban los campos rociados de sangre de los cuerpos que se perdían entre robles y quebradas, que, en varias ocasiones les dieron la victoria a los nativos por conocer estas tierras como la palma de su mano.

En la administración de Ambrosio O’Higgins la ciudad y el fuerte se mejoraron convirtiéndose en una plaza importante para contener los malones de los pehuenches. Ahí es donde conoció y forjó una amistad con el Lonko Leviantú,4 para mantener la paz entre los pueblos y al cual admiraba por su fuerza, inteligencia y resistencia. En 1758, Ambrosio O’Higgins logra pactar tratados con los pehuenches, donde exportaban textiles y ganado a Europa, a cambio de maquinaria para el desarrollo de agricultura. 

Ambrosio O’Higgins tuvo un hijo con María Isabel Riquelme, al cual no podía reconocer en ese entonces ya que perdería todos sus derechos. Fue así que, al nacer Bernardo O’Higgins en 1778 en la Isla de la Laja, sus padres lo enviaron a refugiarse con sus amigos los pehuenches, donde se crio y educó con ellos y pudo conocer parte de la cultura y el idioma chedungún.

Mapa Fundacional de la ciudad de Santa Bárbara

El año 1804 exactamente el 29 de enero, cuando Bernardo O’Higgins Riquelme siendo un joven, llega al Malalwue a tomar posesión de la herencia de su padre, el ex virrey del Perú Ambrosio O’Higgins, territorio en el cual logró desarrollar y potenciar mediante cultivos de viñas, cereales, ganadería y comercio, logrando grandes adelantos para la época, como la importación de maquinaria agrícola y la entrega de tierras, además de bueyes a sus trabajadores. Fue proclamado como el primer Diputado y representante de estas tierras de la frontera española. Fue así, como en menos de una década como hacendado logró grandes amistades y recuperar una entrañable, su amigo el Fray Gil Calvo a quién conoció cuando estudió en el Convento de los Franciscanos de Chillán, sorpresa para él fue cuando se enteró de que el Fray, estaba a cargo de la Misión franciscana de Santa Bárbara, con objetivo de evangelizar a los Pehuenches de la frontera, a los que el vecino Bernardo O’Higgins conocía desde su infancia y mantenían una muy estrecha relación de amistad y comercio, además del dominio a la perfección del chedungún, lo que le permitía entenderse y tenerlos como aliados en la crianza de ganados por el valle del Río Biobío y Cordillera

Fundación

Fue fundada por Manuel de Amat y Juniet primero como el Fuerte de Santa Bárbara en 1756. El gobernador pobló y erigió la ciudad de Santa Bárbara ahí el 4 de julio de 1758. La ciudad y el fuerte se mejoraron durante el gobierno de Ambrosio O’Higgins «convirtiéndose en una plaza importante para contener los malones de los pehuenches. En enero de 1819 fue despoblada y en 1821 fue incendiada por los realistas de Juan Manuel Picó. Permaneció en ruinas hasta 1833, cuando comenzó a ser repoblada, bajo la dirección del comandante Domingo Salvo. Con el tiempo, se desarrolló hasta el punto que se reconoció de nuevo como una ciudad de 2 de enero de 1871.

Independencia

Comienza la Revolución en Santiago, luego que la corona francesa apresara al rey de España para independizar Chile.

En 1810 Mateo de Toro y Zambrano organizó primera junta nacional de gobierno, con el afán de cuidar los intereses de los españoles. José Miguel Carrera, aflora con su familia y con Manuel Rodríguez como los pioneros de este proceso independentista desde el norte. Se forma el Congreso nacional, donde las colonias presentes decidirían entre apoyar a la corona, o independizarse. En la isla de La Laja eligieron a Bernardo O’Higgins como representante, y este apoyaba la independencia de Chile, en contra de los españoles y a favor de la corona inglesa.

Existe un hecho ligado al llamado padre de la patria que ha sido silenciado por la historia oficial, y es que O’Higgins reconoció la independencia del pueblo mapuche a través de una carta en marzo de 1819 titulada “El supremo director del Estado a nuestros hermanos los habitantes de la frontera del sur”

Luego que O’Higgins declarara la independencia, un grupo de españoles rebeldes que huyeron de la batalla de Maipú, vinieron a destruir el lugar donde había nacido la independencia. Es así que en enero de 1819 Santa Bárbara fue despoblada y en 1821 fue incendiada por los realistas del español Juan Manuel Picó. Permaneció en ruinas hasta 1833, cuando comenzó a ser repoblada, bajo la dirección del comandante Domingo Salvo. Con el tiempo, se desarrolló hasta el punto que se reconoció de nuevo como una ciudad de 2 de enero de 1871.

En 1891 Santa Bárbara es decretada como comuna, a través de la ley autónoma.